En tierras vallenatas

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En tierras vallenatas
Abril 10 de 2014 - Héctor Ocampo. Travel Blogger

Cuando se habla de Valledupar en lo primero que se piensa es en el Festival Vallenato que se celebra cada año en el mes de abril, pero la verdad es que la capital del Cesar tiene mucho más para ofrecer.

Al llegar a la Ciudad de los Santos Reyes del Valle de Upar, lo primero que se puede apreciar es la gran cantidad de árboles de mango que sirven para dar sombra a los cerca de 500.000 habitantes que deben convivir con una temperatura promedio de 30 grados acompañada de una constante brisa fría proveniente de la Sierra Nevada.

Con los Niños del Vallenato

Turco Gil

Tras nuestra llegada vía Easyfly al aeropuerto Alfonso López Pumarejo, que lleva el nombre de quien fuera presidente de Colombia en dos ocasiones, nos dirigimos a Provincia Hostal, un lindo y cómodo lugar en el que nos alojaríamos por cuatro noches y que se encuentra a tan solo una cuadra de la Plaza Alfonso López, sede de múltiples eventos durante el festival y donde también se hallan la alcaldía y el concejo municipal.

De allí partimos rumbo a la Escuela del “Turco” Gil, un lugar en el que se forman los futuros reyes vallenatos y cuyo grupo insigne, Los Niños del Vallenato,  ha representado en reiteradas ocasiones a nuestro país en el exterior. Allí conocimos a Juan David, un niño invidente que lleva cerca de 9 años en la institución y que según los expertos en la materia, será en un futuro no muy lejano, el mejor acordeonero del país. Junto a él, son 800 los pequeños que asisten a recibir clases y que sueñan con algún día hacer parte del grupo élite y portar con orgullo el uniforme que los identifica.

En la escuela es posible apreciar imágenes de los niños en Rusia, Estados Unidos e Italia, entre otros países, a donde han sido invitados gracias a su talento y posicionados a nivel internacional tras la invitación del ex presidente Bill Clinton, a su fiesta de cumpleaños en 2009.

Casa de Bahareque El Cuartico

El Cuartico

Entrada la tarde nos fuimos a conocer un lugar único. Una casa terminada el 27 de abril de 1966 e inaugurada 3 días después en un parrando vallenato en el que participaron Colacho Mendoza y Adán Montero Jiménez, entre otros.

Se trata de una construcción de no más de 30 metros cuadrados hecha totalmente en bahareque por José Benito Jiménez y en la que junto a su esposa Bernarda Zuleta, vieron nacer y crecer a sus 8 hijos.

El cuartico, que se encuentra en el patio de una construcción moderna en el Barrio San Joaquín y que cuenta con una sala de estar, una alcoba y una rudimentaria cocina, se ha convertido en un centro de memoria en el que se pueden apreciar artículos de más de 150 años de antigüedad y que representar la cultura y la idiosincrasia de la región.

Balnearios Naturales: La Vega y La Mina

La Mina

Nuestro segundo día inició bien temprano rumbo a dos corregimientos de Valledupar, reconocidos por sus hermosos balnearios en aguas del Río Badillo, famoso por las interpretaciones de Claudia de Colombia, los hermanos Zuleta e Iván Villazón.

De camino a estos también tuvimos la oportunidad de apreciar el cauce del Guatapurí y el monumento a la Sirena. Cuenta la leyenda que un jueves Santo, haciendo caso omiso a su madre, una joven decidió bañarse en el río. Después de varios días de desaparecida, los habitantes vieron a una sirena bañándose en las tranquilas aguas. Hay quienes aseguran además, que quienes se bañan en él, nunca abandonan el valle.

Tras cerca de 20 minutos llegamos a La Vega, lugar en el que los valduparenses disfrutan de las frías aguas del río, gracias a los diferentes estaderos que allí se encuentran a lado y lado del puente.

La Mina por su parte es un lugar fascinante. Sus aguas que se tornan de diferentes colores en algunos lugares, sirven de piscina natural para quienes se atreven a rodar por los toboganes naturales que se encuentran tallados en las rocas desde hace cientos de años.

Pero como si fuera poca la belleza natural de este balneario, allí es posible disfrutar de un delicioso sancocho de gallina en leña preparado por La Maye, una indígena Kamkuama muy reconocida por las bellas mochilas de fique y lana que la han llevado a participar en varias ferias de Colombia y los Estados Unidos.

Indígenas en la Sierra Nevada

Pueblo Bello

Valledupar cuenta con la influencia y la cercanía de varias comunidades indígenas entre las que se destacan Tupes, Kogui, Arhuacos y Kamkuamos. Estas dos últimas son las más prominentes y las de mayor contacto con los colonos, gracias a sus asentamientos en las estribaciones de la Sierra Nevada.

Atanquez es uno de los doce resguardos de los kamkuamos. Muy reconocido y visitado gracias a sus celebraciones religiosas, en especial el Corpus Christi, cuando se realiza el enfrentamiento entre el bien y el mal.

En este pequeño y calmado pueblo pudimos conocer a la Señora Aura, una reconocida artesana del Cesar, quien nos enseñó un poco sobre el proceso de elaboración de una mochila, pues esta tarda hasta un mes en terminarse. Ya entiendo porque valen lo que valen e incluso ahora no se me hacen costosas.

A casi dos horas de Valledupar se encuentra otro lugar que sin lugar a dudas hay que conocer. Se trata de Pueblo Bello, un municipio en el que casi el 80% de la población es Arhuaca, convirtiéndolo en el de mayor asentamiento indígena del país.

Con un clima templado, gracias a ser el único municipio del país ubicado en la Sierra Nevada, sirve de entrada a Nabusimake, capital espiritual de los arhuacos. Debido a que los indígenas no gustan de la visita de los turistas ni de las fotografías, en Pueblo Bello se creó el Centro de la Interpretación de la Cultura Ahruaca, una pequeña réplica que aparentemente administrará Comfacesar, en donde se prestarán servicios turísticos y que debía estar funcionando desde el año 2013.

La Paz, Manaure y San Diego

Almojabanas

Estas tres poblaciones se encuentran bastante cerca de la capital del Cesar y hacen parte de la apuesta que la Alianza Turística de Valledupar hace por fomentar el turismo desde el concepto de vista Ciudad – Región.

El primero a tan solo 15 minutos es La Paz, tierra de compositores y almojábanas, pero que hoy en día basa su economía en la venta de gasolina de contrabando. Pese a ello cuenta con una gran variedad de atractivos tanto naturales como culturales, entre los que se destacan las calles empedradas de San José de Oriente, el Festival de la Almojabanera y el Festival Voces y Canciones.

La almojábana es entonces lo más representativo de la gastronomía local y suele acompañarse muy bien por ricos granizados de mora y guanábana que se pueden encontrar sobre la vía nacional.

De allí partimos a Manaure, también conocido como Balcón del Cesar y que nada tiene que ver con las minas de sal de La Guajira. Su principales atractivos son el Cerro de La Cruz y el balneario natural Paso de la Danta. También es posible encontrar una muy buena comida en Brasas Manaureras, en un costado del parque principal.

Jahel Peralta

Por último nos dirigimos a San Diego, capital cultural del departamento gracias a reconocidos escritores como Jahel Peralta Mendoza, autor de La Rebelión de Los Mansos y quien nos contó sobre sus obras literarias y los premios recibidos en otras latitudes. A unos pocos metros de allí, el restaurante de La Lule, un sitio visitado por cientos de personas provenientes de Valledupar cada fin de semana para probar platos exóticos y sus reconocidas frituras.

El turismo religioso también hace parte de la oferta de San Diego, gracias a que en junio se realizan las fiestas de la Virgen del Perpetuo Socorro y en octubre las de San Rafael en el corregimiento de Los Tupes.

Nuestro último día en Valledupar

valledupar

Tras haber recorrido todos estos lugares de la tierra del Cacique Upar y con la noche por delante, decidimos conocer un poco sobre la vida nocturna de la ciudad. Como es obvio pensar, el vallenato es rey en esta ciudad, pero es que recorrer sus iluminadas calles llenas de florecidos cañaguates mientras de fondo se oye a Jorge Celedón, o sentarse en la Plaza Alfonso López en una noche de luna llena escuchando a Diomedes Díaz, hacen de la experiencia, algo poco convencional y que como muchos dicen, solo se puede vivir en estas tierras.

A diferencia de las grandes ciudades del país, Valledupar no cuenta con una zona rosa específica. Son varios los lugares como Plaza Mayor, donde se presentan agrupaciones vallenatas en vivo, o Palenke, en donde se escucha de todo menos vallenato, que se encuentran en inmediaciones de la Plaza Alfonso López y que son bastante visitados por locales y turistas.

¿Por qué Valledupar es tan alegre?

Justo antes de dejar la ciudad tuve la fortuna de saber por qué Valledupar es tan alegre. La respuesta fue simple y me la dio un vendedor ambulante de panes conocido como Panao: “Cuando Dios hizo Valledupar, estaba contento”.

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